miércoles, 24 de abril de 2013

Toda historia tiene un principio.

Es verano en Æsgard. Uno de los países más septentrionales del mundo conocido. Los últimos rastros de nieve se han fundido como sueños ligeros, en la montaña y en el llano.

Los pocos visitantes que tiene esta inhóspita tierra vienen en esta época en la que la temperatura es aceptable para la mayor parte de los habitantes de las tierras interiores. Aún así los ancianos del lugar no dejan de proclamar a los cuatro vientos, mientras se limpian los sudores, que es el verano más caliente que recuerdan.

Todo el campo está lleno de miles de flores de vivos colores que atraen a insoportables nubes de mosquitos de los que hacen su festín miriadas de pájaros y otros bichos. Los locales se rodean de humo o se untan en lodo para poder sobrevivir cada vez que se acercan a algún lugar húmedo

Los habitantes del sur sienten consternados como los días se hacen interminables y la noche a penas dura un par de horas y cada día que pasa dura menos. Es por esto que la tierra del frío recibe en estos días miles de visitantes a celebrar una de las mayores y más sagradas bacanales jamás contadas, El Dios de Medianoche o como es más conocido en los países cercanos El día eterno. El día del solsticio de verano en el que, en estas tierras, el sol no se pone y da dos vueltas a la tierra.

Viendo cómo "no se pone" el sol un Æsir comparte un barrilete frío de la amarga cerveza de trigo salvaje que llevan fermentando los lugareños desde hace dos semanas con un burgués zamorano y una guerrera aquilonia que han venido con las caravanas de comerciantes. El bárbaro, cuenta a los curiosos extranjeros, las leyendas vinculadas a la celebración de este día, en lo que el resto del mundo se vuelve loco en una orgía de alcohol, setas alucinógenas y ritos de renovación.

Sorprendidos ven como los hombres que toman las setas entran en un doloroso trance mientras los sacerdotes recogen su orina y se la ofrecen a los que buscan la iluminación del Dios de Medianoche. Aquellos que la beben empiezan a alucinar, a reír de forma descontrolada y a hacer gestos de estar volando.

Cuando se quieren dar cuenta están tan borrachos como todos los demás, bailan y ríen hasta caer extenuados entre los cuerpos de los rubios habitantes Æsgard.

Como en un mal sueño ven un grupo de bárbaros pelirrojos que cruzan el pueblo con pesados fardos... quizás alguien echó algo de droga en su bebida...

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