lunes, 29 de abril de 2013

Groo

Sentí con alivio cómo se derramaba la tibia sangre por sus manos y su pecho. El vanhir calló al suelo como un pelele. Cerré un momento los ojos para tranquilizarme y respirar mientras oía retumbar mi corazón como un toro a la carrera... NO, eso no era mi corazón, ¡¡¡realmente era el sonido de un toro a la carrera!!! Cuando miré por encima del hombro mis pies ya habían recorrido la mitad de la cuesta y pude ver las dimensiones de la bestia negra y roja. Era tal alta como un toro y sus cuernos casi del mismo tamaño, pero su aspecto era el de un descomunal y peludo cerdo salvaje. Sentí su fétido aliento en la nuca y salte con una acrobacia a una rama baja. El berraco, que iba en una obstinada carrera, no tuvo tiempo de ver el árbol que tenía delante, un abeto descomunal de espeso follaje. El golpe resonó como si hubiera derribado el árbol. Inmediatamente Wulf e Irina empezaron a trepar también, él al mismo árbol que yo e Irina a uno contiguo. El jabalí retrocedió y volvió a golpear el tronco con fuerza. Todo el árbol se estremeció y ambos tuvimos que agarrarnos fuertemente. Aguantamos una tercera y una cuarta embestida. No sabía cuantas más aguantarían o aguantaría el árbol. Así que decidí pasar al ataque.

Cogí mi honda y empezé a lanzarle piedras con todas mis ganas... pero eso no hizo si no enfurecerlo más. En la siguiente embestida Wulf perdió el agarre y cayó. El enorme puerco se lanzó contra él, el bárbaro se levantó como un resorte, corrió a su encuentro y en último momento dio un brusco giro recortando su embestida. Irina ya había desenvainado su espada y cargaba contra  la grupa del berraco. Wulf aprovechó el giro del animal para clavarle su espada por el flanco, pero la enorme bestia apenas se dolió del profundo tajo. Sin saber cómo enfrentarse a esta situación, me dejé llevar por el instinto y me tiré encima del descomunal chancho tal y como lo hacían los acróbatas zamorios con los toros en el circo. Aproveché la cida para hincarle mi "mano zurda" en el lomo. Pero el grueso pelaje y la densa capa de grasa de su espalda hicieron que la estocada fuera prácticamente vana. Wulf, delante de la cabeza del animal era quién llevaba la peor parte, intentaba mantener a raya al animal, asestándole estocadas en la boca, Irina aprovechó la parte blanda de las criadillas para hacerle un tajo por el que cayó colgando toda su virilidad con un chorro de sangre; entonces lo tuve claro. Agarrándome con una mano al pelaje y echándome completamente hacia su culo clavé profundamente mi espadín en su ano, saliendo proyectada una fuente de sangre, heces y vísceras sobre Irina. El animal lanzó un tremendo quejido abriendo completamente su boca justo en el momento en el que una estocada directa de Wulf entraba en esta atravesándole el paladar y el cerebro. 

El bárbaro y la aquilonia habían vendado sus heridas y se habían refugiado en el dulce sueño de el vino de grosellas para recuperarse de sus heridas. Pero mi mente inquieta no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado. No era un hombre de campo, ni de batallas, me había criado en las calles de Shadizar donde no existe más ley que la del cuchillo, pero no es lo mismo dar puñaladas y huir que vérselas con enormes bárbaros pelirrojos y jabalíes del tamaño de un toro.  Cuando el bárbaro se levantó se puso a desollar al monstruo para poder aprovechar  su carne y su piel. Mientras yo me dispuse a dar una vuelta para inspeccionar el terreno.

Nos encontrábamos en la subida a una colina de espesa vegetación y roca desnuda. A tiro de honda de la cima encontré una cabaña suspendida sobre los troncos de dos árboles a la que se accedía desde la pendiente por una pasarela de madera. Delante de ella, una exuberante joven morena de piel olivacea y lúbrica belleza que lavaba ropa en un balde. Me quedé obnubilado siguiendo el rítmico balanceo de sus generosos pechos, apenas tapados por un chaleco largo. Desperté de mi libidinoso trance cuando noté que estaba a punto de delatarme. Corriendo me acerqué a mis compañeros y subimos cargando nuestro pesado tesoro y algunas piezas de carne del jabalí.

Wulfvaift se adelantó y dio el "Ah, de la casa". Nos recibió un esquelético viejo de mirada inquieta, sin un ápice de pelo sobre su cabeza que se apoyaba en una vara de tilo, que se identificó como Rakird. Le pedimos refugio, pero no quiso darlo sin sacar nada a cambio. No se sentía intimidado por nuestros cuerpos bañados en sangre ni por el altivo hablar del norteño. Seguro en su refugio estaba claro que con un solo gesto dejaría caer la rampa de acceso si le intentábamos atacar. Llegamos a un acuerdo, el cuerpo entero del jabalí a cambio de refugio, sin embargo nuestros ojos estaban llenos de la figura de la muchacha y tras un rato de serena discusión conseguimos convencerle de que la muchacha, que se llamaba Shala y al parecer era muda de nacimiento, nos echara una mano en lo que Irina ordenaba nuestros enseres.

Ella iba abriendo la marcha y al caminar tras ella nos dimos cuenta de que la pieza con la que cubría sus piernas no era más que un pernil de protección que dejaba al aire su sexo. La lujuria de Wulf se desbocó y antes de llegar a la mitad del camino, la empotró contra un árbol y la empezó a dar empellones con su sexo. La muchacha en vez de demostrarse violentada y resistirse, se ofreció gozosa, por lo que decidí unirme a la orgía...

Saciados nuestros apetitos seguimos camino a cumplir con nuestra tarea, sin embargo Shala decidió que había cumplido con su parte y divertida se dedicó a molestarnos mientras subíamos la pesada carga.

Mientras la chica preparaba la cena, oímos un extraño ruido debajo de la casa, nos pusimos en guardia como gatos que huelen el peligro. Sin embargo el viejo nos mostró una escalera que llevaba dos niveles abajo a una mina de sal en la que se encontraba una mula que era lo que habíamos escuchado. Insistió en que le ayudásemos a sacar unos lingotes y de mala gana accedimos.

Una vez arriba, frente a la chimenea nos sirvieron un buen plato de estofado, bañado con leche dulce de almendras. Sin embargo había algo que no casaba en todo ese sitio y en cómo sobrevivían estos dos peculiares elementos en tan inhóspito paraje, así que decidí fingir que comía, mientras todos los alimentos de mi plato terminaban en el interior de mi jubón.

A mitad de la comida el bárbaro, que se había quedado prendado de la sureña le comunicó al viejo que había decidido llevarse a la muchacha. Todos nos giramos sorprendidos y Rakird montó en cólera cuando empezó a ponerse agresivo nuestro impetuoso compañero sacó su espada. La cólera se volvió indignación, y cuando Wulf intentó mantenerle a raya con la espada, sin saber cómo, Shala apareció a su espalda con una vasija en las manos dispuesta a estampársela en la nuca. Las sillas cayeron y los guerreros les arrinconaron contra la pared  para evitar un derramamiento de sangre. Sin embargo los ojos del viejo estaban inyectados en sangre y no paraba de maldecir a su díscolo invitado. Harto de tanto grito, mi imponente amigo quiso bajarle los humos haciéndole un inocuo corte en la oreja. Sin embargo, en el momento en el que el acero tocó su piel, la mano de la chica salió disparada para protegerle con una velocidad y fuerza sobrehumana, su piel se volvió roja y de repente creció hasta que casi llegaba su cabeza al techo y le salieron dos enormes alas de murciélago. Mientras yo caía aterrorizado, un instinto primimigenio y racial hizo que el bárbaro no dudara y retomara su ataque contra la bella-ahora-bestia, el golpe le rasgó el costado pero no sangró, se abrió como el cuero viejo sin que nada saliese de su interior; por su parte ella utilizó su enorme mano para cogerle de la cabeza y lanzarlo como un pelele contra el suelo. Aseguró pie en tierra y cargó contra ella atravesándola por la mitad y deshaciéndose con una violacea implosión. Sin embargo los bárbaros son conocidos por su resistencia, no por sus reflejos y no se percató de que a su espalda un similar engendro con cabeza equina se le abalanzaba asestándole un brutal golpe. 

Irina empezó a forcejear con el viejo haciéndole un feo tajo en el pecho, pero de él tampoco salió sangre, si no un oscuro y denso líquido negro. Sorprendida por esto no reparó en que de entre los pliegos de sus vestiduras el Rakird sacó un cuchillo que le clavó profundamente en el vientre. Irina se dolió pero aguantó las lágrimas para asestarle una estocada en el el pecho que le atravesó en corazón. En ese momento el segundo monstruo desapareció de la misma manera que había desaparecido el inánime cuerpo de la Shala demoniaca.

Recuperé la compostura y empecé a oír un ensordecedor zumbido en el piso de arriba. Corrí y encontré una enorme piedra que desprendía un baño de color violeta. En su interior veía decenas de pequeños monstruos similares a los que habíamos visto revoloteando como insectos en un fanal. Intenté arrancarlo, pero parecía estar anclado al mismísimo universo. Tras un rato mis compañeros subieron, intentaron romper la piedra con sus espadas, pero sólo consiguieron que se rompiera la espada de Wulf, éste cegado por la ira cogió la daga que le habían quitado al viejo y la clavó en el cristal, que fue atravesado somo si fuera agua... al otro lado los demonios se agitaron y descubrimos que no eran pequeños, si no que estaban lejos como a través de una ventana. Uno de ellos cargó contra el cristal. Una gota de sangriento sudor calló de la frente del bárbaro mientras clavaba una y otra vez la daga para intentar dañar al demonio al otro lado de la gema. El zumbido era cada vez mayor. Corrí a sacar nuestro tesoro de la casa y me encontré que las heridas del viejo se estaban sanando, poseído por el espíritu de la desesperación empecé a darle mandoblazos hasta dejarlo completamente desmembrado.

El zumbido era cada vez mayor, el árbol entero empezó a temblar como si se fuera a caer. Estaba sacando la última de las sacas cuando mis compañeros saltaron de la casa mientras esta se plegaba sobre si misma en una implosión idéntica a las que habíamos visto... sin embargo en el hueco que dejó no quedó el vació, si no que aparecieron decenas de demonios... En ese momento creo que todos perdimos el conocimiento.

Me desperté al sentirme arrastrado, abrí los ojos y horrorizado vi como el armadillo gigante al que había apedreado me arrastraba hacia su madriguera. Despavorido pataleé hasta desasirme de sus garras y huí hacia mis compañeros que estaban bajo una recua de pequeños armadillos que jugueteaban sobre ellos. Apenas nos teníamos en pié así que los cachorros se divirtieron a sus anchas mientras nosotros dábamos tumbos hasta que la llamada de su madre les hizo volver a su madriguera. Suspiré y recordé lo pasado... habría sido ridículo terminar de cena de una familia de armadillos carnívoros tras haberme enfrentado a demonios... estallé en carcajadas mientras mis compañeros me miraban desconcertados...




No hay comentarios:

Publicar un comentario